La expresión libre del hombre al narrar épicas o historias comunitarias, desde antes de la Edad Media -y desde luego del estado moderno- fue el gérmen de la libertad de expresión.
Pregoneros de pergamino, heraldos, juglares y voceros comunitarios, jugaron un papel trascendental en el desarrollo del Estado como hoy lo concebimos y del progreso material de la humanidad.
El desarrollo de las regiones no pudo haberse dado sin plena integración de sus habitantes a proyectos comunes de desarrollo y para ello, la comunicación intra e intercomunitaria jugó un papel neurálgico, aunque poco se reconoce.
La comunicación no sólo es un rasgo –más que instintivo- inteligente, que distingue a los seres humanos del resto de los seres vivos. Es el cemento que une la estructura social; fue el vehículo para alcanzar más rápido el progreso material y evolutivo de la humanidad.
Sin comunicación expedita entre los habitantes de un poblado, de una villa, de una ciudad o región de cualquier país o reino de la antigüedad, funciones como la aplicación de la ley, la prevención comunitaria ante epidemias, amenazas de invasión de otras naciones, de fenómenos catastróficos naturales y hasta de divulgación del embrionario desarrollo científico, cultural y religioso del pasado, nunca pudieron haberse dado sin una comunicación social eficaz.
Porque hay que señalar que los del pasado, que sirvieron e involucraron a la comunidad en general, fueron medios de comunicación social.
Y esa comunicación se hizo a través de medios locales, que son el antecedente de cualquier forma mediática masiva del proceso comunicativo.
Ya en el siglo XIX se consolidan los llamados medios nacionales o internacionales, con el surgimiento del imperialismo o expansionismo de las naciones, básicamente en el terreno de la prensa impresa o escrita.
A continuación, los medios de comunicación evolucionaron y hubo esta gran división que ahora ‘categoriza’ o genera división parcial en sus universos de influencia: a los medios de comunicación locales, se les agregan ahora como complemento, los llamados medios de comunicación nacionales (algunos de los cuales tienen influencia internacional, según sea el país y la circunstancia).
Estos últimos tendrán un papel diferenciado pero de suyo vital en lo sucesivo: moldear, impulsar, inspirar y hasta sugerir los lineamientos de la opinión pública nacional (o internacional)… que no la opinión ‘publicada’, como bien se anticipa a advertir esta construcción lingüística o ‘cliché’ tan socorrido últimamente.
Con la aparición de los medios masivos electrónicos en el siglo 20, la separación de los medios de comunicación locales y los nacionales se volvió abismal, dado que los actores o protagonistas en los nacionales, se volvieron figuras de importancia pública, personajes-institución que preconizaban y hasta postulaban la verdad de un hecho.
Esto también propició que en algún momento se mercantilizara y hasta se corrompiera la profesión de la comunicación en medios masivos. Para ello, gobiernos, partidos y políticos como altos burócratas, tuvieron mucho qué ver en esa especie de desviación.
Desde luego también las empresas periodísticas propietarias de los medios, al pagar sueldos extremadamente bajos a sus profesionales contratados y, lo que siempre explicará (aunque no justifique) la aparición de la corrupción.
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Por su parte, en los llamados medios nacionales, siguió siendo la gente del poblado, de la comunidad, la que se encargaba de difundir o confirmar un hecho. Al evolucionar y conformarse los primeros medios locales de tipo profesional, han desempeñado una función vital en la recopilación de la información de ‘primera mano’ o ‘primera fuente’; tal y como la desempeñan los llamados ‘primeros respondientes’ en el ámbito policial: son los primeros en llegar al lugar de los hechos y encontrar (y hasta preservar) las primeras hipótesis de cada especie noticiosa.
No obstante las diferencias entre sí, medios locales y medios nacionales son total y plenamente complementarios. Se necesitan en una especie de relación biunívoca.
Mientras los medios locales viven y son directamente implicados en la noticia que se da en su comunidad, pues residen ahí, además de que persiguen con eficacia y especialización los cinco grandes planteamientos del periodismo objetivo y profesional, las célebres 5 W (por su origen en inglés): ¿Qué, quién, cómo, cuándo y porqué?, en cada nota; en tanto los medios nacionales se especializan, en otra dimensión del tratamiento noticioso, en el debate y el post-debate noticioso de los lectores en masa, a través de la opinión especializada que en sus contenidos se incluye, así como de otras novedosas herramientas del periodismo moderno, como la encuesta, la estadística, el contraste, los sondeos de opinión y cualquier clase de medición científica que le dé al lector, más elementos de juicio para la valoración del hecho noticioso.
Así que, más que diferencias, ambos sectores del periodismo, los llamados medios locales y los medios nacionales, son complementarios y no puede existir uno sin el otro… y viceversa.
A manera de colofón, baste adaptar un inmortal aforismo del poeta modernista mexicano, Manuel Gutiérrez Nájera (1859-95): “En ese municipio de la libre expresión mexicana, que quiso ser república con Zarco y Belisario Domínguez, solo ha bastado la mínima voluntad de respeto de los gobiernos hacia los medios, para inmunizar al pueblo de la mentira y la opacidad, con el inoculante más poderoso por el mundo conocido: la verdad, pura y dura”.
Carlos Chavez de Icaza es Director de Relaciones Interinstitucionales de Metrics.